Tears in the Rain...

I've seen things U people wouldn't believe. Attackships on fire off the shoulders of Orion...

martes, 20 de marzo de 2012

Mick...

Steve Tyler, by Alessia C.
Dibujo a lápiz de Mick Jagger, uno de los dos vocalistas que ha tenido el grupo británico The Rolling Stones. Por si se lo preguntan, el otro fue Keith Richards, que le entró al quite cuando Mick los dejó por un tiempo. 
     Lo hice con lápices Rexell- Derwent HB, 2B y 6B, sobre cartulina opalina. He tenido dibujos mejor trabajados, ¡pero me encantan los pliegues de esta cara! El cabello es una de las cosas que más lata me dan porque soy una maniática compulsiva que no le gusta que se vea falso y hasta en las partes oscuras detallo mechones. Creo que no quedó tan mal, después de tanto sudar sobre el dibujo, je. Y los dientes así los tiene: ¡Lo juro!
Y bueno, ya habiendo entrenado con una de las bocas más famosas del Rock clásico, sigue... Stephen Tyler! (¡Una boca más espantosamente grande aún! Sólo superada por Julia Roberts, ¡qué miedo!).
Matta Ne!

lunes, 12 de marzo de 2012

Alter Ego

Mi amigo íntimo es soñador y la otra vez como es su costumbre, estuvo alucinando. Platicábamos en el jardín durante una noche tranquila cuando un aerolito envuelto en llamas trazó una delgada y vertiginosa línea en el cielo. Él pidió un deseo y por supuesto, no me dejó conocerlo.
     Apenas unos días después ya lo encontré medio raro: mirada perdida y andar taciturno. Como extraviado a propósito. A veces sus ojos lanzaban odio hacia los paseantes. No quería hablarme y eso me dolió aún más que su mal talante. No estaba acostumbrada a su silencio.
     —¿Qué te pasa?— le pregunté en una ocasión cuando decidí visitarlo a pesar de sí mismo. Buscaba la soledad y se encerró en su habitación como vil Hikikomori.
  —Cállate—, respondió. Y aunque no proferí sonido en todo ese rato, él continuó silenciándome. “Cállate”. “Cállate”.
     Tras dos meses de alejamiento intenté citarme con él, pero sus familiares no me permitieron verlo ni llamarlo. Estaban preocupados por su salud mental pues agredía a cualquier intruso, conocido o no, exigiendo absurdamente silencio. Como todos vaticinaban, terminó en la casa de locos. Mi pobre, querido amigo.
     Hoy hablé con los médicos que lo atienden y me llevaron hacia él. Su estado empeoraba con el tiempo y no ofrecían esperanzas. Parecía esperarme y en cuanto me vio empezó a gritar: “¡Ya sé quién eres! ¡Conozco a la otra, la de adentro!” —rió— “¡sé lo que piensas! ¡Sé lo que pienso!”
     Ignoro porqué, pero me vino ese fugaz instante atesorado en la mente en el que sus ojos tan tiernos, tan grandes, guardaron el secreto del deseo solicitado.
     Aulló hasta cansarse. Luego lloró. No conozco a ese hombre, me dije.
     He estado pensando y ahora no estoy segura de conocerme a mí misma.
     No sé lo que pienso yo. La de adentro.